La vida no es fácil para nadie y no siempre nos enseñan en las escuelas o en la familia cómo lidiar con el sufrimiento mental y emocional que la vida puede traernos.

No había nada excepcional o inusual en mis «penurias». Mis insatisfacciones y dificultades parecían muy triviales en comparación con lo que ocurría en el resto del mundo en aquella época. Pero no dejaban de ser insatisfacciones y dificultades.

Ya no podía seguir dando clases. Pensé que un cambio de trabajo me ayudaría, y así fue durante unos meses. Pero seguía siendo la misma, un poco estresada, cansada y desgraciada…

Ya no confiaba en mis estados mentales distorsionados y agitados (mis engaños) para resolver mis problemas y hacerme feliz, sino que empecé a confiar en el desarrollo de la paz interior.