Aunque se reúnen miles de personas, y esto es en sí mismo una parte maravillosa, el poder estar con tantos practicantes sinceros, el Festival no es todo ajetreo. Hay tiempo para la quietud, la contemplación y la meditación, tanto en las sesiones como al disfrutar de momentos de tranquilidad en los alrededores.

El Festival es siempre inmensamente transformador; nos permite soltar nuestra vida habitual y su interminable ajetreo y centrarnos en nuestra vida espiritual interna. A medida que este mundo interior cobra vida en el entorno bendecido que nos ofrece el Centro Manjushri, encontramos el sentido de quiénes somos realmente y el verdadero significado de cambiar nuestra vida.

No sólo somos capaces de dedicar energía y tiempo a nuestro crecimiento espiritual, sino que muchas personas sienten que el camino espiritual literalmente se les abre durante los festivales.

Estamos muy agradecidos a nuestro Guía Espiritual y Fundador por esta increíble oportunidad.