El decimoquinto día del cuarto mes, el Príncipe Siddhartha se sentó en postura de meditación bajo el Árbol Bodhi en Bodh Gaya y juró no levantarse de la meditación hasta haber alcanzado la iluminación perfecta. Con esta determinación, entró en la concentración en el espacio del Dharmakaya.

Aunque Devaputra Mara, el jefe de todos los demonios, o maras, de este mundo, intentó perturbar la concentración de Siddhartha conjurando muchas apariciones temibles y distraerle manifestando innumerables mujeres hermosas, Siddhartha permaneció completamente imperturbable y respondió desarrollando una concentración aún más profunda.

Continuó meditando hasta el amanecer, cuando alcanzó la «concentración vajra». Con esta concentración, que es la última mente de un ser limitado, eliminó los últimos velos de ignorancia de su mente y en el momento siguiente se convirtió en Buda, un ser plenamente iluminado. No hay nada que Buda no sepa. Como ha despertado del sueño de la ignorancia y ha eliminado todas las obstrucciones de su mente, lo sabe todo del pasado, del presente y del futuro, directa y simultáneamente.

Además, Buda tiene una gran compasión que es completamente ecuánime y abarca a todos los seres sintientes sin discriminación. Beneficia a todos los seres sintientes sin excepción emanando diversas formas por todo el universo y otorgando sus bendiciones a sus mentes. Al recibir las bendiciones de Buda, todos los seres, incluso los animales más humildes, desarrollan a veces estados mentales pacíficos y virtuosos. Con el tiempo, a través del encuentro con una emanación de Buda en forma de Guía Espiritual, todos tendrán la oportunidad de entrar en el camino de la liberación y la iluminación.