Ocho pasos hacia la felicidad

El modo budista de amar

por Gueshe Kelsang Gyatso

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OCHO PASOS HACIA LA FELICIDAD es un comentario a las ocho maravillosas estrofas que componen una de las enseñanzas budistas más apreciadas. En este breve texto, Adiestramiento de la mente en ocho estrofas, compuesto por el gran Bodhisatva tibetano Langri Tangpa, se revelan eficaces métodos para abrir nuestro corazón a los demás y descubrir una fuente inagotable de felicidad.

Durante siglos, estos métodos han proporcionado paz y serenidad a innumerables personas en Oriente, y ahora, en el comienzo del nuevo milenio, Gueshe Kelsang Gyatso introduce estas antiguas perlas de sabiduría en nuestro modo de vida moderno.


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La bondad de los demás

Todos los seres merecen ser objeto de nuestro amor porque han sido muy bondadosos con nosotros. Nuestra felicidad temporal y última dependen de su bondad. Incluso nuestro cuerpo es el resultado de la bondad de los demás porque no lo traemos con nosotros de nuestra vida pasada, sino que se desarrolla a partir de la unión del espermatozoide de nuestro padre y el óvulo de nuestra madre. Cuando fuimos concebidos, nuestra madre nos permitió crecer en su seno, luego nos alimentó con su propia sangre y soportó numerosas dificultades y los dolores del parto. Vinimos al mundo desnudos y con las manos vacías, pero desde el primer día recibimos un hogar, alimentos, vestidos y cualquier cosa que necesitáramos. Cuando éramos un bebé indefenso, nuestra madre nos protegía de todos los peligros, nos alimentaba, limpiaba y cuidaba con cariño. Sin su amor y bondad, hoy no estaríamos vivos.

Gracias a que nos alimentó y se preocupó de nosotros, nuestro pequeño cuerpo de bebé indefenso se ha convertido en el de un adulto. Toda esta ayuda se la debemos, directa o indirectamente, a todos los seres. Por lo tanto, cada célula de nuestro cuerpo es el resultado de la bondad de los demás. Incluso aquellos que no conocen a su madre han sido amados por otras personas. El mero hecho de que hoy estemos vivos es un testimonio de la gran bondad de los demás.

Debido a que tenemos este cuerpo humano, podemos disfrutar de los placeres y oportunidades que nos ofrece. En realidad, hasta los placeres más sencillos, como dar un paseo o contemplar una puesta de sol, los disfrutamos gracias a la bondad de innumerables seres. Nuestra capacidad para valernos por nosotros mismos también se la debemos a los demás, ya que ellos nos han enseñado a comer, andar, hablar, leer y escribir. Incluso el idioma que hablamos no lo hemos inventado nosotros, sino que es el producto de la aportación de numerosas generaciones. Sin él no podríamos comunicarnos con los demás ni compartir sus ideas. No podríamos leer este libro, aprender el Dharma ni pensar con claridad. Todos los servicios a los que estamos acostumbrados, como casas, coches, carreteras, tiendas, escuelas, hospitales y cines, son el resultado de la bondad de los demás. Cuando, por ejemplo, viajamos en coche o en autobús, lo damos todo por hecho, y nunca pensamos en las personas que han trabajado para construir las carreteras que hacen posible nuestro desplazamiento.

No importa si alguna de las personas que nos ayudan no tiene la intención de hacerlo. Sus acciones nos benefician y, por lo tanto, desde nuestro punto de vista son bondadosas con nosotros. En lugar de pensar en su motivación, que de todas formas desconocemos, debemos tener en cuenta el beneficio que recibimos de ellas. Todo el que contribuye de alguna manera a nuestro bienestar y felicidad, merece nuestra gratitud y respeto. Si tuviéramos que devolver todo lo que hemos recibido de los demás, nos quedaríamos sin nada.

Es posible que pensemos que nadie nos regala nada y que tenemos que trabajar para ganar dinero. Siempre que compramos algo o comemos en un restaurante, tenemos que pagar. Puede que tengamos un coche, pero también nos ha costado mucho dinero y debemos pagar la gasolina, los impuestos y el seguro. Sin embargo, aunque es cierto que nadie nos regala nada, debemos preguntarnos de dónde procede nuestro dinero. Por lo general, aunque tenemos que trabajar para ganarlo, son los demás quienes nos ofrecen un trabajo o los que hacen negocios con nosotros, por lo que podemos decir que tenemos dinero gracias a ellos. Además, somos capaces de desempeñar un determinado trabajo porque otras personas nos han instruido. Por lo tanto, donde sea que miremos, solo encontraremos la bondad de los demás. Todos estamos relacionados en una red de bondad de la cual no podemos salir. Todo lo que poseemos, incluso nuestra vida y felicidad, depende también de la bondad de los demás.

Nuestro desarrollo espiritual y la felicidad pura de la iluminación dependen también de la bondad de los demás. Los centros de Dharma, los libros y los cursos de meditación no surgen de la nada, sino que son el resultado del trabajo y la dedicación de numerosas personas. La oportunidad que ahora tenemos de leer y contemplar las enseñanzas de Buda y de meditar en ellas depende por completo de la bondad de otros. Además, como se mencionará después, si no hubiera seres sintientes con quienes practicar la generosidad, poner a prueba nuestra paciencia o sentir compasión, no podríamos adquirir las cualidades necesarias para alcanzar la iluminación.

En resumen, necesitamos a los demás para nuestro bienestar físico, emocional y espiritual. Sin los demás no somos nadie. Pensar que podemos vivir de manera independiente en nuestro pequeño mundo no se corresponde con la realidad. Es más realista pensar que somos como una célula dentro del inmenso cuerpo de la vida, distintos de los demás, pero íntimamente relacionados con ellos. Dependemos por completo de todos los seres y ellos también se ven afectados por nuestras acciones. La idea de que es posible preocuparnos solo por nuestro propio bienestar y olvidarnos de los demás, o incluso buscarlo a costa de ellos, es absurda.

Contemplando la ayuda que hemos recibido de los demás, hemos de tomar la siguiente resolución: «Debo amar a todos los seres sintientes porque son muy bondadosos conmigo». Después, sentiremos amor al contemplar que todos los seres y su felicidad son importantes. Intentamos fundir nuestra mente con este sentimiento durante cierto tiempo sin olvidarlo. Cuando surgimos de la meditación, hemos de mantener esta mente de amor, de manera que cuando nos encontremos con alguien, pensemos que esa persona y su felicidad son importantes. De este modo, estimar a los demás se convertirá en nuestra práctica principal.

© Gueshe Kelsang Gyatso y New Kadampa Tradition